LA ANDRAGOGÍA COMO CIENCIA
DE LA EDUCACIÓN DE ADULTOS
Aprender implica un cambio permanente
que se produce a lo largo de la vida del que aprende. En este sentido, la
educación de adultos es concebida como un proceso continuo que consiste en
adquirir conocimientos sobre el mundo que nos rodea y utilizar la experiencia
pasada para organizar una nueva representación de esos conocimientos e
integrarlos en nuestra vida.
El aprendizaje involucra no sólo las
capacidades cognitivas del ser humano, sino también las psíquicas, afectivas y
sociales. Cada uno de nosotros aprende según su origen, su edad, su herencia,
su pasado y su capacidad de comprender el mundo que le rodea.
De esta manera, los nuevos
conocimientos establecerán relaciones con la información anterior, obteniendo
nuevos significados y nuevas respuestas. Solo así los nuevos conocimientos
podrán producir un efecto sobre el conjunto de nuestra personalidad, cambiando
nuestra percepción, comportamiento y cuyo resultado será una nueva toma de conciencia.
A diferencia de los niños,
los adultos tienen conciencia de sus necesidades educativas, son lo
suficientemente maduros como para seleccionar los medios para educarse y
decidir de qué forma desean hacerlo. Además, están adecuadamente experimentados
a través de la vida y el trabajo, lo cual les permite razonar y aplicar
conocimientos particulares a su experiencia, para ser capaces de escoger cuándo
y dónde estudiar y aprender, pudiendo medir los costos de dicho aprendizaje. Frente
a esto, no solamente es el educador o tutor quien debe modificar sus prácticas tradicionales
de enseñanza y adaptarlas al estudiante adulto, sino que también este último debe
adaptarse a esta nueva situación y pasar de un rol pasivo, de receptor de
información a un rol mucho más participativo y activo, convirtiéndose en el
centro y en el responsable de su propio proceso de aprendizaje.
Esto último
determina el sentido profundo de la función que cumplen los tutores en educación
a distancia convertirse en facilitadores y favorecedores de un proceso de
aprendizaje que será llevado a cabo por el propio estudiante adulto experimenta
la necesidad desconocer o ser capaz de realizar algo de manera más efectiva; ha
alcanzado un grado importante de autonomía y, en función de ella, es capaz de
tomar a su cargo variados aspectos del aprendizaje. Además, el adulto toma sus decisiones,
hace elecciones y asume la responsabilidad de ello. Este aspecto es el que
determina su rol como participante activo y como centro de su proceso de
aprendizaje.
El adulto posee
experiencias que constituyen un recurso importantísimo para su
proceso de aprendizaje, pues sirven como referente para relacionar los
nuevos conocimientos. Siempre debe considerarse el hecho que el adulto no es un
papel en blanco y que, por el contrario, se enfrenta a esta situación de
aprendizaje con mucha información y conocimientos adquiridos que, de una u otra
manera, se confrontan con las nuevas informaciones que va recibiendo.
La capacidad y la motivación
del adulto para aprender se la relaciona con condiciones como por ejemplo exigencias
de trabajo, elevar la autoestima, obtener el reconocimiento
de otros o mejorar la calidad de vida, entre otros aspectos. El adulto que se
incorpora a un proceso de aprendizaje sabe lo que quiere y lo que necesita por
lo que su interés en aprender influye positivamente en el desarrollo del
proceso.
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